Desconectar para volver a conectar


¿Existía algo mejor que viajar o leer? Sí, leer mientras viajas.

Hacía meses que planeaba ese viaje; me lo debía a mi misma. Necesitaba escapar de la monotonía, de los problemas que arrastraba. Necesitaba desconectar para volver a conectarme.

Y sí, ante cualquier dificultad hay que plantarle cara, afrontar lo que viene y manejarlo de la mejor forma que podamos pero, hacía ya mucho, que la situación se me había ido de las manos, no sabía gestionar lo que estaba pasando en mi vida, me sentía agotada frente aquello. La vida es una montaña rusa de sensaciones y emociones, no siempre se está en calma y no todo es feliz. Aunque a mi me gusta ver siempre el lado bueno de las cosas, todo tiene una parte buena, hasta las situaciones de adversidades. Si no es una buena situación, la parte buena siempre será el aprendizaje.

También estaba permitido escapar por un tiempo, para volver a afrontarlo todo con la cabeza fría, con calma y un poco más libre de ese caos que hacía nublar la visión.

Tenía claro desde el principio donde iría. Suiza. Sentía que era el lugar perfecto. Sus campos, sus montañas, su trozo de agua, su pueblo nevado… hacía que ese lugar fuera un sueño.

Aterricé en el aeropuerto atardeciendo, fue ahí donde tuve mi primer flechazo a primera vista, Suiza cayendo la tarde era aún más preciosa de lo que jamás pude llegar a imaginar.

Cogí un tren que me llevaría cerca de la cabaña donde iba a hospedarme. El trayecto era de casi 40 minutos por lo que, al principio, aproveché para ver las vistas desde ahí. Ya había anochecido y el lugar se veía mágico, todo nevado, luces de fondo iluminando el pueblo… sentía que estaba en mi sitio, me sentía plena ante aquella sensación. Tras un largo tiempo, el cual me pareció efímero, retomé la lectura que dejé a medias en el avión. Estaba leyendo una novela preciosa que me había recomendando una buena amiga. Realmente hizo que conectara mucho con aquel libro y el tiempo que pasaba leyendo hacía olvidarme de lo que dejaba atrás.

Llegué a mi destino un rato después. La cabaña era preciosa y muy acogedora; un porche cubierto, con un columpio mecedor en una esquina, una mesita no muy grande y un par de sillas que la rodeaban, ideal para tomar el café por la mañanas, había una vista preciosa desde ahí. Al entrar en la estancia se podía ver una chimenea de piedra en el salón, junto al él se encontraba la cocina, que no era muy grande pero disponía de una isleta que unía el comedor principal con ella, lo que hacía que fuera un entorno más amplio. Tenía solo una habitación pero era bastante grande, disponía de una cama de matrimonio con un pequeño vestidor a la derecha. Un extenso baño con una tina al final de él, un amplio lavabo que cubría la mayor parte de la pared con un espejo enorme encima.

Definitivamente era donde debía estar, mi corazón me lo decía.

Determiné que lo mejor sería irme a dormir y a la mañana siguiente levantarme temprano para poder aprovechar el día. Estábamos en plena época de Navidad así que compraría algunos adornos, ya que iba a pasar allí una larga temporada.

Las calles eran preciosas, el laberinto donde quisiera perderme muchas veces.

Todo tenía un toque navideño que era embriagador. Recorrí sus calles y al final entré por algo similar a un túnel que me transportó hasta una placita donde adornaba un árbol de Navidad gigantesco justo en medio, alrededor había muchas tiendas; podía ver desde aquí que eran adornos para esta época del año, pero hubo una en especial que me llamó la atención, así que decidí entrar. A mi alrededor había árboles de Navidad de todos los tamaños y clases, trenes que recorrían vías, angelitos, bolas de Navidad, gorros ¡incluso un Papa Noel en tamaño real! indudablemente estaba en el paraíso. Hice una compra bastante grande, no pude resistirme ¡mi cabaña quedaría de cuento!

Pasé por el supermercado de camino de vuelta para comprar comida para unos días; ya iría más adelante con más tiempo. Entre los artículos imprescindibles me llevé cacao para hacer chocolate caliente, nubes para echarla por encima, alguna que otra gomita y palomitas para las noches de peli y mantita.

Llegué a casa muy satisfecha con la compra que había hecho. Preparé algo rápido de cena y organicé todo para colocar los adornos que compré.

Tras un largo tiempo colocando y montando cosas; con villancicos de fondo, acabé todo. Fuí hasta la puerta para poder contemplar todo con mejor perspectiva. Todo estaba mágico, apagué todas las luces y encendí algunas velas aromáticas, la chimenea y puse la televisión, para poner alguna película navideña. Me decanté por ‘The polar express’ era una de mis favoritas y la ocasión lo merecía. Me puse mi pijama navideño y una mantita a juego, agarré mi taza de Papa Noel con chocolate caliente y bolitas de nube por encima y me tumbe en el sofá. Estaba lista, ya había empezado a sanar. ❤️‍🩹

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