Cuando menos lo imaginas

 






Aquel libro marcó un antes y un después en mi vida.

   ‘El amor, ¿qué tendrá el amor? Te hace perder la cordura de una forma ilógica, transforma la vida en un camino de rosas, sientes que vuelas.

   El sentimiento de paz, la constante sensación de vivir en una nube.

   Ante pones su felicidad y bienestar por encima de todas las circunstancias. Tiene la capacidad de transformar un día gris en uno lleno de color, con tan sólo una sonrisa, con tan solo esa presencia.

   Porque en sus brazos sientes que tu corazón va al ritmo perfecto. Porque, cuando te das cuenta que quieres pasar el resto de tu vida con esa persona, deseas que el resto de tu vida empiece lo antes posible.’

   Aquellas líneas estaban grabadas en mi corazón con fuego. ¿Realmente así sabía el amor? Ansiaba vivir algo tan hermoso, algún día llegar a sentir esas emociones.

   Releí ese precioso libro tantas veces que perdí la cuenta y, cada vez que lo leía sentía que más me encantaba, sobretodo aquellos párrafos. Se quedaron en mi memoria de forma permanente.

   Una vez más; al acabarlo, miré por la ventana y me vi sumergida en mis pensamientos, fantaseando con la idea de experimentar algún día con que mi alma se una con otra para formar solo una.

   Salí de mi ensimismamiento y me percaté que había un chico al otro lado de la calle, parecía estar dando un paseo cuando se paró repentinamente y se quedó mirándome, se hallaba un tanto embelesado, no comprendía el motivo.

   A la mañana siguiente desperté con esa mirada en mis recuerdos. Algo en mi pareció cambiar esa noche, cuando nos devolvimos la mirada unos segundos.

   Horas más tarde me adentraba en las hermosas calles de mi ciudad camino a mi destino favorito; la librería. Era mi zona segura, mi lugar de desconexión, mi rincón que hacía sentirme dichosa. Ojeé unos libros en mi sección favorita; novelas románticas. Cuando por fin me decanté por el que me llevaría lo arropé en mis brazos, como si de un tesoro se tratase. Ciertamente así me nacía tratar los libros, para mi eran una reliquia, objetos con un alto valor.

   Me volví sobre mis pies, decidida a ir hasta mi habitual sitio, una mesa justo al lado de un ventanal enorme; desde ahí entraba la claridad perfectamente, el sitio me inspiraba y me transmitía la mejor de las sensaciones. Y ahí estaba él, el chico con la mirada arrolladora. De repente el gran espacio empezó a reducirse a pesar de que ninguno nos habíamos movido.

   Y ahí comenzó todo, desde ese momento empezó a escribirse mi propia historia, nuestra propia historia. Esa que tanto ansiaba, esa que tanto me hizo desear aquel libro. Aquella mágica historia de amor.

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