El baile de las mascaras

 

EL BAILE DE LAS MASCARAS


   Madre se mostraba especialmente emocionada con el baile de máscaras que estaba organizando. Eran toda una novedad aquellos tipos de baile, se habían puesto muy de moda en otros Estados y ella quería ser la primera que organizara el primero en el nuestro. Causó un gran revuelto entre la sociedad, nos hacían llegar numerosos comentarios de las personas nobles, la mayoría favorables, entusiasmados con la noción del festejo que se iba a celebrar. Otros, en cambio, no lo aprobaban, manifestaban que el comienzo de los bailes debería abrirse como siempre se había hecho.

- No se desanime, madre – traté de transmitirle consuelo – el baile será todo un éxito, estoy totalmente convencida de ello, a raíz de este vendrán muchos más, se lo aseguro.

- Querida, siempre sabes que decir y cuando decirlo… – respondió ella con una dulce sonrisa.

   Mi presentación en sociedad se haría en ese baile de las máscaras, sería toda una experiencia majestuosa, junto con madre yo también me sentía especialmente emocionada por aquel acontecimiento, para mi era muy importante.

   Casi sin darnos cuenta los días fueron pasando y esa misma noche se celebraría el gran festejo. Todas las damas de la mansión nos mostrábamos ensimismadas e inquietas. Madre, junto con el servicio, se estaban encargando de los últimos preparativos para que aquella velada luciera intachable.

   Cuando dimos por finalizada la tarea de acicalarnos, era casi la hora en la que los invitados comenzarían a llegar. Por fortuna estábamos todas en nuestros puestos en el vestíbulo para dar la bienvenida a todos los presentes.

   La noche fue transcurriendo realmente bien. Incluso las damas de mayor edad, las que no aprobaban tal evento, se las divisaban de lo más esplendorosas y agradables.

   Giré la cabeza por inercia, como si alguien fuese pronunciado mi nombre y, entre la multitud, un hombre alto y misterioso, de ojos cautivadores, apareció en la sala llenándola de luz, siendo capaz de hacer parar el tiempo y que nada ni nadie más a su alrededor pudiera captar mi atención. Nuestras miradas se encontraron, permanecimos inmóviles contemplándonos entre el gentío. Nos íbamos acercando lentamente hasta que llegó a mi encuentro, tendió la mano y me dijo:

- Milady, ¿me permite este baile?

   Mi corazón latía desbocado ante aquella propuesta. Sin ni si quiera poder procesar sus palabras mis cuerpo estaba reaccionando, alcé cuidadosamente mis brazos hasta sus hombros en sinónimo de afirmación. Bailamos incansablemente durante horas. Cuando quisimos darnos cuenta sólo quedábamos aquel apuesto caballero y yo en la sala, solos, moviéndonos al ritmo de nuestra propia música.

   Me miró fijamente a los ojos por un instante, acarició mi mejilla y subió su mano hasta la máscara que llevaba y me liberó de ella delicadamente. Me armé de valentía e imité su gesto. Subí mi mano despacio por su hombro, acaricié sutilmente su cuello, roce brevemente su mejilla para, finalmente, llegar hasta su máscara y poder deshacerme de ella torpemente, él me facilitó su ayuda dejando al descubierto su identidad.

- Soy Alfons Williams, Duque de Edimburgo. Es un placer conocerla.

- Rosa Von Maydorm, milord. El placer es todo mío.

- Tiene usted un nombre realmente precioso. Disculpe mi atrevimiento pero, ¿sería de su agrado que diéramos un paseo por los jardines? Sería agradable poder tomar un poco de aire fresco.

- Eso sería una idea del todo majestuosa.

   Nos adentramos en los hermosos jardines de la estancia que, a causa de la oscuridad de la noche no podían apreciarse bien, solo por el débil resplandor de la luz de la luna. Tras el agradable paseo nos dimos cuenta que conectamos muy bien, que era deleitosa su compañía. Llegamos a unos pasos de mi familia, era la hora de despedirse. Madre nos dedicó una sonrisa iluminada y sincera, manifestó que esperaba que la velada hubiera sido del agrado del señor, él asintió educadamente con un gesto. Se giró hacia a mi y ambos quedamos frente a frente. Me hizo saber que sería majestuoso que intercambiáramos correspondencia si a mí me parecía correcto. Mantener el contacto sería de mi agrado, ansiaba conocer más de su persona.

    Tras varios meses de correspondencia e inocentes encuentros, Alfons acudió a la mansión acompañado de sus padres para pedir mi mano. Madre no cabía en sí, diría que incluso se mostraba más entusiasmada que yo. Padre, en cambio, se mostraba más serio, tras hacerse de rogar finalmente anunció que sería un honor que formara parte de nuestra familia. Mis hermanas reían discretamente mientras intercambian miradas conmigo, se sentían de lo más dichosas por mi, me transmitían su alegría. Ellas eran mayores que yo, aunque se encontraban reiteradas veces con hombres de altos títulos nobiliarios y procedentes de buenas familias aún no habían dado el paso de venir a pedir sus manos. Me sentía afligida por ellas pero, estaba convencida que sus festejos de compromiso se festejarían muy pronto en aquella mansión.


CINCO AÑOS DESPUÉS


   Alfons y yo cumpliríamos pronto cinco años desde nuestro matrimonio. Tuvimos dos hermosos varones; Edward, el mayor, hace poco cumplió cuatro años y el pequeño Ben, Benjamín, dentro de unos meses cumpliría dos años.

   Mis hermanas se casaron meses después de mi y ambas tuvieron dos hermosas niñas.

   Esa misma noche se celebraría el baile de máscaras, festejo que se producía para abrir la temporada de bailes. Desde entonces, a pesar del revuelo que causó por aquel entonces, para bien o para mal, cada año se abría la temporada de bailes con el baile de máscaras que, como era costumbre, organizaba madre.

   Esa fiesta era muy especial para mi amado esposo, Alfons y para mí. Aquel baile nos daba añoranza, nos hacía recordar nuestros comienzos. Bailamos incansablemente durante la mayor parte de la fiesta hasta que, nuevamente, nos dimos cuenta que estábamos solos, él y yo, bailando nuestra propia música.


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