El diario de una condesa

    ‘Hoy tuve un breve acercamiento con Benjamín; me dirigía al jardín a dar un paseo y ahí estaba él, a lo lejos, atendiendo unos asuntos de jardinería con algunas personas del servicio.

   El corazón empezó a golpearme el pecho de una forma insólita y vigorosa. Quedé inmóvil y, tras unos segundos de embelesamiento decidí acercarme vacilante. Conforme me acercaba mis pies se movían de manera casi automática, temblaba. Empezaba a replantearme si era buena idea aquello. Aún así mi cuerpo se adentraba en la zona donde él se encontraba, como si nos unieran de una forma magnética.

   Cuando llegué a su altura se notaba tenso ante mi presencia. Yo intenté no perder la compostura y me mantuve serena, le dedique una tímida y sincera sonrisa. Él me la devolvió, pude notar como su sonrisa iluminaba todo el jardín. Pudimos mantener una corta conversación cuando se excusó con seguir con el trabajo. El tiempo a su lado me pareció efímero, pero vehemente.’


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