Hogar

 



   París siempre fue mi opción. No sentía que fuera mi sitio donde nací, simplemente no encajaba. Buscaba aspiraciones fuera, buscaba donde sentirme en casa.

   París, la ciudad del amor, el arte, la excelente gastronomía, su gente… todo en aquel lugar era de cuento. Entre mis opciones siempre había estado presente dicha ciudad, que cualquier persona podía enamorarse de su paisaje, su gente, como te hacía sentir. Lo intenté, estuve en Suiza; fue una experiencia inolvidable y realmente hermosa, pero mi corazón no quería estacionarse allí. Italia; aprendí mucho e hizo que mis aspiraciones por el arte crecieran, pero mi alma no se sentía plena, ese lugar era sublime pero, para mi, temporal. México; me divertí y conocí rinconcitos que consiguió que parte de mi corazón se quedara allí. No era la vida que quería llevar.

   Así un sinfín de ciudades que tenían su encanto, pero seguía sintiéndome fuera de lugar. En todas ellas mi cabeza estaba en París, no comprendía el motivo porque mi mente y mi alma ansiaba tanto ese lugar, cuando era completamente desconocido para mí.

   Era una de mis opciones finales, aún me quedaban algunos sitios en mi lista de ‘buscando un hogar para Maya’. Decidí seguir a ciegas mi corazón y, al volar por encima de esa ciudad lo supe, era ahí donde debía estar.

   Encontré un departamento pequeño pero con encanto; al entrar se podía apreciar gran parte de él, estaba unidos el comedor con la cocina. Al fondo se encontraba un pequeño pasillo, a la derecha un baño pequeño y al fondo una habitación. Las vistas desde allí eran preciosas, me hospedada en el cuarto piso y desde mis ventanas podía diferenciar la Torre Eiffel, hermosos edificios y vegetación que la rodeaban. Era sencillamente precioso. Desde mi balcón podía llegar el olor a bagette recién hecha y un olor a café muy peculiar, debía estar delicioso. Aquel sabroso olor me llevó hasta una cafetería muy acogedora con una librería en su interior, estaba justo debajo de mi departamento, podía sentir como ese lugar se convertiría en uno de mis favoritos.

   Al día siguiente decidí levantarme pronto, tanto que conseguí ver el amanecer. Desconocía que aquel sitio pudiera enamorarme más, pero lo consiguió. Saqué gran parte de su jugo a aquella ciudad; visité museos, librerías, restaurantes. Al final del día decidí perderme por sus calles, una mera forma de hablar, porque allí no me sentía perdida. Pronto caería la tarde así que decidí volver a casa, prepararía café caliente y leería un poco.

   Al llegar empezó a atardecer, salí al balcón con mi taza de café recién hecho y me senté a contemplar el cielo, se divisaba mágico, me llenó de inspiración y, en vez de coger el libro empecé a escribir.

   ‘El amor; ese sentimiento tan inesperado que llega e invade tu ser. Y no hablo de amor entre personas, hablo de amor entre lugares y tu mismo. Ese amor que te vincula a una ciudad, a un hogar. Cuando llega y se estaciona en ti, cuando sientes que no hay otro sitio que te haga sentir de esa forma. Cuando hables de ese lugar como si hubieras visto el universo frente a ti y pudieras tocar los planetas con tus manos. Fascinación.’

   Al día siguiente bajé a la cafetería/librería que estaba situada debajo de mi casa; pedí un café y un croasan. Ojeé los libros y me decanté por ‘como llamarte amor en susurros’. Estaba tan sumergida en mi lectura que ni a quiera me percaté de que el chico que trabajaba allí había llegado con mi comanda.

- Excusez-moi, ¿mademoiselle? – dijo el chico con un tono dulce pero algo impaciente.

- Désolé monsieur – comencé diciendo apresuradamente un poco avergonzada -. Je ne l’ai pas entendu.

   El chico me dedicó una hermosa sonrisa ante mi inexperto francés.

- Es nueva por aquí, imagino ¿Dónde se hospeda?

- Me instalé hace unos días en uno de los departamentos de arriba.

- ¿Vraiment? Es usted vecina mía entonces – dijo el chico con una sonrisa-. Soy Pietro, mucho gusto en conocerla… - alargó la frase en sinónimo de saber mi nombre.

- Soy Maya, mucho gusto vecino – solté con tono bromista al llamarlo ‘vecino’.

   Pietro se excusó en que debía seguir trabajando pero que esperaba verme pronto, me deseó que disfrutara la lectura y se marchó para seguir con sus quehaceres. Al salir de la cafetería me percaté que en la puerta de la misma había un cartel anunciativo de una oferta de trabajo en una editorial, con un correo adjunto en el cartel para que pudiese enviarse los manuscritos.

   Subí a toda prisa por las escaleras, ni si quiera me paré a esperar el ascensor. Cuando llegué a mi puerta estaba tan nerviosa que las llaves se me cayeron de las manos, dificultando el poder abrir la puerta de entrada. Cuando por fin estaba delante del ordenador, con el correo abierto y el documento listo para redactar, el corazón me bombeaba tan rápido que se me hizo imposible teclear la dirección de correo de la editorial. Tras varios minutos de respiración para tranquilizarme mi pulso empezó a normalizarse, respiré hondo y envié parte de mi manuscrito a la editorial.

   Pasaron semanas desde que envié mi relato y no había recibido respuesta, empecé a pensar que la suerte no estaría de mi lado y que debía encontrar empleo por otra parte, ya que se me estaba acabando los ahorros. Me senté frente al ordenador buscando ofertas de trabajo por la zona cuando me sonó el teléfono. Era de la editorial, me dijeron que estaban interesados en mi manuscrito, que si aún estaba interesada les encantaría poder publicar mi libro, por supuesto acepté y, acto seguido, me citaron en el edificio para concretar los últimos detalles.

   Rato después Pietro llamó a mi puerta, le abrí entusiasmada y le conté la noticia, se alegró tanto por mi que parecía que la oportunidad era para él, le pedí que me acompañara.

   Meses después el número de ventas de mi libro se había disparado y se había convertido en todo un éxito. La editorial me comentó que sería muy bueno para mi carrera hacer las segunda parte del libro. Hace unas semanas que empecé a escribir mi segundo libro ‘hogar’.

   Lo que me hizo darme cuenta que el hogar no es una ciudad, ni una casa, es una persona. Mi persona. Pietro. Me había enamorado de él. Él me enseñó que me hogar esta donde él esté.


Comentarios

Entradas populares de este blog

🕊

Por sorpresa tocó ser princesa

Te recuerdo