La huida de la princesa ll

 




   La princesa de Yasikov sentía que en su querido Londres podía ser simplemente Beatrice, y eso le fascinaba.

   Pasó unas semanas maravillosas en aquellas calles nevadas y vestidas con temática navideña, cuando recibió una inesperada carta del Señor de Kiev, el viejo amigo que la ayudó a escapar de Ucrania, el que la ayudó a escapar de su padre;

Ucrania, 1918

Querida princesa, me he visto envuelto de nuevo en la obligación de escribirle. Su padre llegó a Ucrania hace apenas unos días, su partida le ha afectado al provecto de su padre, ha enfermado asaz. El doctor Real asegura que no estima con tiempo de vida para él.

He oído que ha conversado largo y tendido con su mano derecha. Mis fuentes garantizan que usted estuvo presente en dicha conversación. Su padre ansia unos minutos con usted antes de partir de este mundo.

Ya que nadie en palacio conoce su paradero lucen voraces ante la situación.

Espero que pueda leer mis líneas a tiempo, mi princesa.

Fdo. Señor de Kiev

   Su corazón quedó congelado a tal semejante noticia. Nunca deseó ni quería un final para su padre así, aún menos por su arrebato de ansiar la libertad. Debía volver, a pesar de haber estado dispuesta a dejar todo atrás y no regresar. Debía hacerlo. Por su padre.

   De camino de vuelta imaginaba la escena de su padre postrado en su lecho y sentía como su corazón se rompía en millones de pedazos. A pesar de toda la presión a la que estaba sometida y el desosiego a causa de su progenitor, ella lo adoraba. Le dolía enormemente haber causado semejante desgracia.

   Llegó a Ucrania días después, rezando porque aún no fuera tarde y pudiera encontrarse a su padre aún vivo.

  Entró a palacio a toda prisa, casi sin pisar firmemente los escalones que la separaban de la puerta principal. Cuando alcanzó a estar enfrente de la puerta del dormitorio de su padre la faltaba el aire y el corazón le bombeaba a toda prisa, tan fuerte que podía sentirlo en sus oídos. Después de que su respiración se normalizara y su corazón empezaba a no bombear tan deprisa, abrió la puerta con sigilo, asomó la cabeza con cautela antes de entrar y dijo;

- ¿Papá?

   Oyó una voz grave pero modesta que parecía estar muy lejos, la voz de su padre.

- ¿Hija? Pasa por favor… - Dijo su padre con un hilo de voz, parecía roto de dolor y eso le causó una enorme tristeza.

   Al entrar por completo en su dormitorio halló a su padre postrado en su lecho, como imaginaba. Su semblante había perdido color, incluso podía apreciarse que también había perdido peso. Oleg Yasikov tenía los ojos amarillos a causa de la extraña y repentina enfermedad, tenía el rostro casi consumido, las ojeras muy marcadas, los labios blanquecinos y rotos a causa de la sequedad. Realmente su padre tenía un aspecto pavoroso.

- Padre, lamentó tanto haber sido la causa de su enfermedad… espero pueda perdonarme, aunque el perdón no pueda enmendar lo sucedido, quiero que sepa que estoy realmente arrepentida.

- Hija mía… yo soy el que debe disculparse. Te sometí a mucha presión a raíz del fallecimiento de tu madre. Estaba tan afectado que encontré un refugio en los quehaceres reales cuando tú necesitabas un padre – comenzó diciendo el Rey a media voz – . Esta enfermedad no es causa tuya, hija mía, lleva años residiendo en mí, siempre quise decírtelo pero nunca tuve el valor suficiente. No quería que te sintieras sola. Que sintieras ese dolor de no tener madre y que tu padre partiría pronto de este mundo. No hubiera podido soportar tu dolor, a causa del mío.

   Beatrice quedó perpleja ante la confesión de su padre. Se sentía afligida. De haberlo sabido jamás hubiera partido a Londres, nunca hubiera dejado a su padre solo. Sentía que aquel tiempo que ella pasó lejos de su padre fue en vano, ya que podría haber estado a su lado, ofreciéndole su dedicación, esmero y entregar su tiempo a su querido y adorado progenitor. Por otra parte, la princesa de Yasikov, se sentía totalmente responsable del agravamiento de la enfermedad su padre. Pero pensó que eso ya era pasado, y que de nada serviría lamentarse de algo que ya no tenía enmienda, decidió que el tiempo que le quedaba con él prevalecerlo a pleno rendimiento y hasta el último segundo de su vida.

   Transcurrieron unos días y el aspecto del Rey dejaba relucir mejora, hasta Beatrice llegó a pensar que su padre podía llegar a sanar completamente. Una noche gélida, con temporal lluvioso y fuertes tormentas, despertó a la princesa una señora de avanzada edad, miembro del servicio.

- Princesa, disculpe que la moleste a esta hora de la noche, se trata de su padre…

   Beatrice se elevó tan deprisa de su lecho que hasta sintió un ligero mareo, al que hizo caso omiso por la preocupación que sentía hacía su padre. A causa del vértigo, la princesa calló al suelo sufriendo un repentino desmayo, el cual hizo que perdiera la conciencia por unos largos minutos. Cuando despertó vio a varias personas del servicio a su alrededor, lo más probable que estuvieran intentando reanimarla. Después de recuperar la conciencia se percató de los rostros de preocupación de aquellas personas, lo que hizo ponerla en alerta. Se levantó a toda prisa para ir hasta los aposentos de su padre, a lo que una doncella le respondió que tuviera precaución, debía recordar que acababa de sufrir un desmayo.

- Necesito ver a mi padre, comprobar que esta bien – dijo la princesa casi sin aliento. Su preocupación podía notarse.

- Princesa, lamento mucho comunicarle que su padre, falleció hace a penas unas horas. – Oyó decir una voz lejana cuando se disponía a llegar hasta la puerta de su progenitor.

 Quedó paralizada, sentía como ninguna articulación lograba ponerse en movimiento. Tras unos segundos, los cuales le parecieron eternos, se apresuró hacia la puerta decidida, puso la mano en el pomo dispuesta a abrirla pero quedó inmóvil, mirando a la puerta imaginando que podría encontrarse tras ella.

   Cuando finalmente la abrió encontró el cuerpo de su padre sin vida en su lecho. Se apresuró hasta llegar a su altura, lo abrazó con fuerza y con lágrimas en los ojos. Gritaba con todas sus fuerzas que se despertara, le pedía por favor que no la dejara.

- ¡Padre, por favor! ¡Despierte se lo ruego! No me dejes, por favor. ¡Papá! – Lloraba desconsoladamente Beatrice, apoyada en el pecho de su padre.

   La princesa lloró hasta que se quedó dormida, despertó a la mañana siguiente en el pecho de su padre, cuando la mano derecha de éste la cogió delicadamente de los hombros recitando, como si de un relato se tratara, que ya era la hora, se lo debían de llevar.

   Tras la soledad en el dormitorio halló una carta en el velador con su nombre escrito, era la letra de su padre. Comenzó a leer las primeras líneas y pudo percatarse que esa carta, la había escrito para ella. Rompió a llorar sin consuelo hasta que pudo calmarse, exigua.

Mi amada hija.

Los últimos momentos de mi vida a tu lado han sido maravillosos. Siento no haberte podido dar la vida que merecías, haberte brindado todo el amor que tenía para ti en mi corazón. Por desgracia el tiempo pasa demasiado rápido y no pude ser el padre que merecías tener. Aún así agradezco de corazón por haberme dado ese título, para mi fue y es más importante que el título de Rey.

Gracias por pasar conmigo las últimas semanas de mi vida. Gracias a ti pude enmendar mi errata de no pasar tiempo contigo.

Perdóname por no haber sido un padre digno para ti, a veces los mayores también nos equivocamos pero, hija mía, es de sabios rectificar. Solo espero que te conviertas en una gran mujer y en una gran Reina para tu país. Has sido y eres digna de ese trono y se que superarás con crecer todo lo que venga, porque yo, confío en ti.

No se con certeza el tiempo que me queda, lo que sí siento es que no es mucho. Siento tristeza por ti, hija mía, me duele dejarte huérfana completamente, aunque se que no me necesitas.

Me veo sumergido en mis pensamientos y una parte de mi se siente afligido por no poder estar presente en tus primeras veces; el día de tu coronación, tu boda, tus hijos… es difícil asimilar que yo ya no estaré de ahora en adelante. Por otra parte mi alma ansia reunirse de nuevo con tu madre, la añoro demasiado, hija mía.

La vida a veces no es justa, cuanto quisiera que estuviéramos los tres juntos, viviendo esa vida que tantas veces soñé.

Solo espero que seas realmente feliz, que tengas presente todo lo que te enseñé, que al menos sirva para algo bueno el haber sido tan exigente contigo.

Nunca olvides que te quiero por siempre y que, a pesar de que no puedas verme, estoy contigo.

Seré tu ángel a partir de ahora, cuidaré siempre de ti, junto con la más hermosa de las estrellas.

No me olvides.

Fdo. Papá ♡

  Beatrice se lamentó tanto hasta que se quedó sin lágrimas. Cuando se percató de que, justo ese día, era el aniversario de fallecimiento de su madre. Su padre murió alrededor de la hora en la que su progenitora se había marchado. Mismo día, misma hora, misma noche de chubascos y fuertes tormentas. Exactamente ese mismo suceso, hace exactamente doce años atrás.

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