El concepto del amor

 




   Siempre hemos vivido con la idea de que el amor es algo caótico, que te acelera el corazón e incluso si te hace llorar es más fuerte, inclusive yo. Pero lo cierto es que es totalmente lo opuesto, y eso lo aprendí con Hugo, mi primer amor de verdad. Porque el primer amor no significa ser el primero, sino el verdadero.

   Hace casi seis años me enseñó que el verdadero amor se siente diferente a lo que estamos acostumbrados; la eterna sensación de paz, tranquilidad y bienestar, la libertad y comodidad de hablar de cualquier tema pero, sobretodo, es felicidad, porque quien realmente merece tus lágrimas no te hará llorar.

   Nuestra historia empezó de una forma un tanto peculiar; extrañamente, por alguna razón que hoy en día desconozco, al conocer a Hugo él se acercó muy educadamente, se presentó e hizo el amago de darme dos besos. Yo, en cambio, aparté la mirada y ni si quiera le dije “buenas tardes”, un acto impropio en mi persona. Era sociable, con todo el mundo conversaba e incluso a todo el mundo le regalaba una sonrisa pero, con él, fue diferente y me nació innato. No es una acción de la que esté orgullosa pero supongo que gracias a eso dentro de cuatro meses cumplimos seis hermosos años de relación.

   Como era de esperar, a raíz de ese día, Hugo no se mostraba que yo fuera de su agrado, aún así no perdió su caballerosidad, nos encontrábamos a menudo y él seguía saludando pero con desdén y yo, yo seguía en mis trece y ni si quiera lo saludaba.

   Pasaron largos meses hasta que una amiga en común decidió forzar un encuentro para que empezáramos a salir en grupo. Yo no me mostraba nada receptiva al principio pero Hugo parecía simpático y empecé a verlo con otros ojos cuando veía su forma de relacionarse con los demás. Comenzamos a conversar y parecía que teníamos bastantes cosas en común y, sin darnos cuenta, hacíamos nuestros propios planes a solas.

   Nos hicimos buenos amigos, tanto que incluso sentía un poco de celos con su pareja actual en aquel entonces y no encontraba razón aparente ante ese sentimiento, el único motivo lógico era que me estaba enamorando, afirmaban mis amistades sin ni si quiera hacer ningún tipo de confesión, pero ellos, desde fuera, lo percibían. Ellos se percataron antes que yo de lo que sentía.

   Días después Hugo llegó con la noticia de que había roto con su pareja y yo, yo me sentí feliz. Por alguna razón, la cual desconocía, me sentí así. No tardó mucho en confesarme el motivo de su ruptura; me quería. No daba crédito ante aquella revelación y dictaminé que lo más sensato sería alejarme de él.

   Me auto convencía que lo que sentía por el no era amor, no quería hacerle daño. Los primeros días fueron insólitos, pensé que me había acostumbrado a su presencia pero que no existía nada más allá.

   Cuando el calendario reflejaba que era el día cuarto sin él, sin noticias suyas, mi corazón empezaba a inquietarse; en mis pensamientos estaba grabado su nombre a fuego, todo, de alguna manera, lo relacionaba con Hugo, me preguntaba constantemente como estaría, que estaría haciendo y, caí en la cuenta; me había enamorado. Mi mente empezó a recopilar cada momento a su lado; lo abrazaba, sonreía, me sentía en paz, una tranquilidad tan absoluta y reconfortante que me hacía sentirme en mi hogar, al que siempre deseaba volver.

   En ese mismo instante recibí un mensaje suyo.

  “¿nos vemos?”

  Indudablemente esa conexión permanecía, la que nos ha unido desde siempre.

   Inmediatamente mi desosiego desapareció, su mensaje trajo consigo una frasco lleno de sonrisas, él tenía ese súper poder, convertir un día gris en uno lleno de colores.

   Dudé un instante, mi mente quería preservar el orgullo y darle una respuesta negativa pero, mi corazón, ganó esa batalla.

  “sí”

  Me llevó a un sitio precioso con unas vistas espectaculares; el agua en calma reflejaba un hermoso cielo de colores rosa y violeta, estaba atardeciendo. A pesar de todo no me sentía incómoda ante la situación de estar a su lado, el silencio era agradable.

   Hugo rompió el silencio y su voz me pareció una caricia en mis oídos.

- ¿Qué es en lo primero que te fijas de un hombre?

- ¿Qué? – dije casi en un susurro. La pregunta me cogió por sorpresa –. En las manos.

- ¿Y te has fijado en las mías? – Procede a enseñármelas.

   Las miré y dije.

- No.

   No estaba preparada aún para reconocer lo que sentía, apenas acababa de darme cuenta yo.

   Poco a poco volvimos a retomar lo que teníamos, volvieron las salidas.

   Un par de meses después Hugo me propuso ir a cenar, cena preparada por él, me aseguró que era un chef excelente y que debía conocer su gran plato estrella, yo me reí en respuesta, tratando de asentir, pero su actuación como cocinero me lo impidió; utilizando su mano de espátula, cogiendo ingredientes, colocando, picando y… ¡bualá! Una mega burger.

   El día de la cena llegó antes de lo esperado, me pasé la tarde entera planificando que ponerme con la ayuda de mis amigas, ellas se burlaban de mi diciéndome “pero si decías que no te gustaba” tenían razón, hasta entonces no lo había reconocido.

   Cuando llegamos al lugar de trabajo del gran chef Hugo, la cocina, traté de ayudarlo pero se negó, realmente se desenvolvía bien allí, así que me limite a mirarlo desde la puerta, cuando llevaba un rato observándolo me percaté de que tenía la cabeza inclinada un poco hacia el lado y sonreía pero, realmente se veía muy atractivo concentrado en su tarea.

- Cuidado que no se te queme la hamburguesa, chef – le sonreí. Aproveché que estaba desprevenido cortando lechuga y bromeé diciéndole –. Me huele a tostado.

  Él se asustó y se apresuró a mirar, cuando verificó que todo estaba en orden se giró con una sonrisa y me dijo.

- Tenías razón, tu hamburguesa se estaba quemando.

   Los dos nos sumamos en una risa que resultó ser contagiosa y nos estuvimos riendo un buen rato, para ser sinceros yo me reía de su reacción ante mi comentario. Me resultaba divertido y muy tierno a la vez.

   Nos sentamos a cenar poco rato después, me animo con gestos de que la probará y, cuando le di el primer bocado mi garganta soltó un sonido de placer, realmente su plato estrella estaba delicioso.

   Cuando finalizamos la cena Hugo se acercó despacio, me miró a los ojos y bajó su mirada hasta mis labios, sabía lo que estaba a punto de hacer pero no me aparté, yo también me moría de ganas por que pasara, me acarició la mejilla con su mano y acto siguiente me la pasó por detrás logrando agarrar mi nunca con firmeza, me atrajo hacía sí y nos hundimos en un beso apasionado. Sin duda aquel fue el mejor postre, igual también formaba parte de su “plato estrella”.

   Nuestros labios se separaron despacio y apoyó su frente con la mía, estuvimos así unos breves segundos y se apartó un poco para decirme en voz baja.

- Ya no estás soltera.


Comentarios

Entradas populares de este blog

El diario de una condesa

🕊

Te recuerdo